Texto: 1 Samuel 1:1-18
Dios es bueno y tiene un propósito para cumplir en tu vida. Si en este tiempo lo crees y te determinas, el Señor va a hacer el milagro!
Sabemos que aún a los personajes más prominentes de las Escrituras, tales como Pedro, Elías o Daniel aunque estuvieron bajo amenazas de muerte y aún en el peor momento, la mano de Dios fue visible y sus oraciones se transformaron en libertad y paz. El amor de Dios los cubrió y ellos pudieron demostrar en quien creían.
Cuando un creyente lleno de determinación ama al Señor y se juega por Cristo, Él no le falla. Si te guardas de participar de algo deshonesto, murmurar, mentir, etc… podrás ver que la fidelidad del Señor es la misma para tí! En tu consagración están los milagros!
Dios piensa de ti lo mejor y hay un galardón, un premio para aquellos que se determinan a obedecerle. Encontramos infinidad de personas que en un momento difícil hallaron la respuesta de Dios.
En lugar de bajar los brazos, es necesario clamar con toda el alma a Dios por un milagro.
Ana era una mujer que tenía una imposibilidad, sobre todo en esa época donde ser estéril era como estar maldecida, era como llevar un estigma que la condenaba a la discriminación. Las mujeres que no podían concebir, sufrían demasiado, sin embargo tanto en ese tiempo como ahora, Dios siempre tiene la última palabra!
Es por eso que no hay que resignarse ni a la enfermedad ni a la imposibilidad! Si eres un hijo de Dios tienes que tener la esperanza de que la sangre de Jesús ha cortado las maldiciones de tu pasado! Esa semilla incorruptible que fue plantada en tu corazón, es la que deshace la maldición!
Creer tiene que ver con el accionar, con las obras. Ana tenía doble sufrimiento, por un lado no podía tener hijos y por otro la discriminaban por ello. En ese momento de la cultura, los hombres se sentían fuertes y poderosos cuando tenían mucha descendencia, sin embargo, a Elcana, su marido, no le importó que Ana no le pudiera dar hijos sino que le declaraba que era más importante el amor mutuo que sentían.
Pero en esta historia, también estaba Penina, la otra esposa de Elcana, que angustiaba mucho a Ana por su situación. Esto le provocaba una amargura profunda en su ser que hasta le quitaba el apetito.
Así estaba Ana, totalmente acongojada. Ella tenía un imposible delante suyo y no sabía que hacer, pero para sorpresa de muchos, no se resignó a la condición de la esterilidad sino que cuando subieron al monte a adorar a Dios, ella supo que ese culto no era una reunión más, sino que entendió que aquel día debía dar un paso de fe, tenía que despojarse de ese gran sufrimiento y orar con todas las fuerzas de su alma. Todos podemos tener momentos de extremo sufrimiento, tiempos donde ya no queda nada por hacer. Es allí donde, tal como lo hizo Ana, debemos despojarnos del dolor y derramar nuestra vida en Jesús. En el versículo 9 vemos como Ana no se quedó llorando, sino que clamó a Dios con toda su alma.
Ana se levantó de su postración
Muchas veces parece ser que el enemigo viene y te acecha trayendo toda clase de mentiras y temores, provocando angustia que te impide ir hacia la salida. Pero en ese mismo lugar de batalla, necesitamos un cambio, necesitamos levantarnos de la postración y reaccionar.
Es vital cuestionarnos: ¿Quién soy? ¿Qué me dio Dios para vencer? ¿Qué autoridad ha puesto el Señor en mí? ¿Qué actitud debería tomar entonces?
Cristo nos ha dado la autoridad para vencer al mundo. Leamos Efesios 1:21-22; aquí el Señor desautorizó al diablo, a las huestes, a la muerte y la enfermedad. Jesús venció toda clase de temores y en esa disposición de entregarlo todo, el mundo pudo asombrarse de la resurrección. Muchas cosas fueron rotas en la cruz, como maldiciones y cadenas, temores y circunstancias que eran imposibles, tales como la misma muerte, se revirtieron porque Cristo fue levantado de los muertos.
Ana entendió que tenía un Dios de imposibles. Ella se descargó en Él, lloró y se alivió. Volcó todo su dolor en el lugar exacto. Todo lo que había acumulado, toda la bronca reprimida, los deseos de venganza, los derramó delante del Señor.
Este alivio no solamente provocó que se levantara de su postración sino que en el mismo instante también haya dejado su capa de amargura y frustración. Oró entonces llorando y creyendo en Dios. Cuando pases por cuestiones que te superen, no dejes que las lágrimas o el rencor te hundan, sino por el contrario, levántate y cree que Dios te ama y tiene un futuro mejor para ti.
Los hijos de Dios tenemos un lugar de reposo, un lugar donde doblar las rodillas para derramar el corazón delante de su presencia. Él conoce nuestras aflicciones y dolores,
El verdadero lugar de consolación
Era terrible lo que Ana tenía en su corazón, sin embargo, se decidió a soltarlo delante del Señor y recibió alivio para su alma. No hay mejor lugar que los brazos de Jesús. El es tu amigo, tu pastor, tu consolación! Nadie te puede consolar como lo hace Él. No pongamos nuestras expectativas en el hombre sino en el Señor porque podemos caer en la presión y la desilusión ya que solamente en Él encontraremos el amor donde estaremos completos.
No le des más lugar a los reproches y las peleas con tus seres queridos! Llénate del amor del Señor porque es la fuente inagotable del amor divino. Ana dejó de lloriquear, comenzó nuevamente a comer y a cuidarse, dejó de sentirse una víctima de la situación y declaró que si Dios es el mismo que abrió el Mar Rojo para que su pueblo se librara de la esclavitud egipcia, si Dios es el mismo que abrió el Jordán para que pudieran disfrutar de la tierra prometida, entonces nada sería imposible para ella tampoco!
Tenemos en nuestra vida al mismo Dios que creó los cielos y la tierra! Tú también al igual Ana, tú también puedes tocar el corazón del Señor quien hará que tu imposible se torne en realidad!!!
No lo dudes más, levántate y comienza a declarar bendición sobre cada integrante de tu familia, bendición sobre tu trabajo y finanzas, etc… Si Dios está contigo, entonces su ayuda está en camino!!
Si te levantas, las tinieblas tienen que retroceder. Si usas la autoridad que Jesús te ha entregado entonces lo que no es posible para el hombre, comienza a temblar delante del poderío de Dios! Si hoy tienes un imposible, entonces es tiempo de usar la razón, obedecer a Dios y declarar victoria! Levántate y cree que Dios te proveerá la salida!
Ana dejó de lamentarse y se levantó. Fue así como ese mismo día, Elcana y Ana se encontraron y a los nueve meses nació ni más ni menos que Samuel que desde chiquitito se crió en el altar de Dios. Este embarazo que tardaba en llegar, por la fe produjo una bendición a lo largo de muchos años, no solamente para su familia (porque luego de este milagro, Ana pudo tener muchos hijos más) sino también para todo Israel porque este bebé terminó siendo el profeta lleno del poder del Espíritu Santo que condujo al pueblo y también ungió a los primeros reyes de la nación.
Es tiempo de levantarse en la fe y orar como lo hizo Ana y desafiar al Señor para ver lo mismo en tu vida. Según dice San Juan 10:10 Jesús viene para darte una vida abundante de felicidad. Ya basta de derrota y dolor! Basta de agonía y de angustia porque el Señor te quiere dar consuelo. Es tiempo de levantarse a creer. Todo lo podemos en Cristo porque él nos fortalece! Y si el Señor pelea por mí, todo es más fácil. El es el que va delante nuestro (Éxodo 33:14), por eso es que estamos seguros. La paz vendrá a tu corazón porque Dios escucha tus oraciones.
Por tu dedicación de hoy, el Señor multiplicará los milagros en tu futuro! Deja de llorar, comienza a creer, a declarar y levántate en victoria porque Dios está contigo como poderoso gigante!
Preguntas de reflexión:
1- ¿Por qué Ana sufría tanto? ¿Estás atravesando alguna situación similar?
2- ¿Qué hizo Ana con su problema? ¿Encontró la solución?
3- ¿Qué estás haciendo con tu problema? ¿Qué haría Ana en tu lugar?
4- ¿Qué tienen en común Ana, Elías, Pedro y Daniel? ¿estás dispuesto a ser ejemplo como lo son ellos?