“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”. Efesios 5:15-16
Introducción
Hace algún tiempo, una joven preocupada miró su armario y comenzó a quejarse por el poco espacio que tenía para guardar la ropa. Por lo cual, decidió sacar todo y comenzar a ordenar.
Pensó en la gente necesitada y por eso apartó algunas prendas para regalar. Luego, dobló bien el resto, lo clasificó y volvió a colocar todo en el armario. No solo que ahora sobraba espacio, sino que sentía alegría de solo ver su ropa ordenada. El problema no era la falta de espacio… era la falta de orden.
Algo similar nos sucede con el tiempo. ¡No me queda una hora del día para orar! ¡No tengo tiempo para mis hijos! ¡No tengo tiempo para servir a Dios! ¿Será verdad? ¿O deberíamos decir: No he sabido organizar correctamente mi tiempo?
Uno invierte su tiempo en aquello que considera valioso. ¿Cuál es el tiempo que dedicamos a ver una serie de TV? ¿Cuánto tiempo dedicamos a nuestro cónyuge? ¿Y a nuestros hijos? ¿Cuánto tiempo le dedicamos a evangelizar?
La Palabra de hoy menciona el término “aprovechar”, el cual se refiere a utilizar una cosa de forma que se obtenga el máximo provecho posible de ella. Esto se refiere a enfocarse y planificar lo que haremos en el día. Aunque la sangre latina fluya por nuestras venas, la oración no debe surgir como producto de un sentimiento solamente… sino que también es necesario planificar el tiempo que dispondremos para orar, leer la Biblia o predicarle a alguien inclusive.
**Actividad: Que cada integrante anote en una hoja cuantas horas le dedicó en el día de ayer, al trabajo, estudio, viaje, diversión, descanso, oración, lectura, etc… ***
Demasiado ocupados
Si nos desbalanceamos en el orden de prioridades y el afán por ocuparnos de las cosas cotidianas de la vida ocupan el 100% de nuestro tiempo, correremos el riesgo de que nuestra vida espiritual se apague. Si cada día necesitamos alimentar el cuerpo, para no enfermarnos, lo mismo ocurre con nuestro espíritu. Debemos alimentarnos diariamente al escuchar prédicas de la iglesia, leer la Palabra de Dios, orar o predicarle a alguien.
Recordemos lo que estuvimos aprendiendo en las clases pasadas cuando mencionábamos acerca de la importancia de hacer tesoros en el cielo.
Por ejemplo, cuando hablamos del trabajo, si bien, no podemos vivir sin trabajar, es necesario que organicemos nuestra vida para que lo laboral no nos quite a la familia y al Señor. Para esto, es necesario ser responsable con el trabajo y dar el máximo esfuerzo (Proverbios 10:4), pero tener en claro también que llegado el horario, es necesario hacer el corte, para dedicarle tiempo a cuidar la familia y por supuesto, encontrar el momento para pasar con Dios.
Nosotros somos quienes determinaremos como viviremos en el futuro. El Señor nos da consejos y nos ayuda en nuestras debilidades, nos guía y nos capacita, pero somos nosotros mismos los que organizaremos el tiempo y la dedicación que le brindaremos a cada aspecto de nuestra vida. Como dice la Palabra en Efesios 5:17 cuando habla de “entender cuál es la voluntad del Señor”.
**Preguntas: Cuando trabajas o estudias, ¿te dedicas completamente o te distraes? Cuando terminas con las responsabilidades de cada día, ¿le das lo mejor al Señor o solo lo que sobra? ¿Qué es lo que haces para cuidar a tus seres queridos? ¿Cómo predicas con tu vida a quienes te rodean? **
Demasiado desocupados
Tal vez, estar tapado de actividades, sencillamente no es tu caso. ¿Sientes a menudo aburrimiento? Entonces, las actividades no colman tu agenda. Sin embargo, tener tiempo libre no significa aprovecharlo bien.
A veces, y más en los últimos tiempos, pasamos muchos momentos con el celular, la televisión o internet. Y aunque estemos cada vez más acostumbrados a despejarnos de las preocupaciones con la tecnología, esto puede robarnos tiempo valioso de nuestra vida.
Es por tanto que el ocio apaga el espíritu también, porque en lugar de utilizar los dones que Dios nos ha dado, estamos malgastando nuestros talentos.
Todos, absolutamente todos los que hemos creído en la resurrección de Jesús y en el perdón de nuestros pecados, a través de la fe, hemos recibido dones y talentos (1 Pedro 4:10-11).
Estas capacidades que nos hacen extraordinarios, fueron obsequiadas con el propósito de ser
de bendición a otros. Es así, que ya no hay excusa. Los dones que has recibido, son para servir en la iglesia, como también fuera de ella.
Entonces, ¿estamos demasiado ocupados, o demasiado desocupados? ¿Hemos encontrado el equilibrio? Para ello, analicemos las prioridades que hoy rigen nuestra vida:
¿A qué le dedico más tiempo? ¿Hay algo que sobra en mi vida? ¿Hay alguna actividad que no me edifica y me roba el tiempo? ¿Algún programa de TV para olvidar? ¿Alguna hora de sueño para dejar a un lado?
Ordenando las prioridades
Anímate a clasificar las prioridades:
- Ubica al comenzar el día, un tiempo con Dios. Para poder orar y tomar su alimento y consejos a través de su Palabra.
- Medita acerca del tiempo que le dedicarás a solas a tu esposa/o y a tus hijos.
- Ahora piensa como aprovechar mejor el horario laboral. Si no tienes uno, cuales serán las medidas que tomarás hoy para buscar empleo.
- No olvides que tus dones también son necesarios en la iglesia. Involúcrate en alguna actividad que quieras desarrollar.
- Finalmente necesitas tiempo de descanso y sano esparcimiento.
Conclusión
Por tanto, ya sea que te sientas demasiado ocupado o con demasiado tiempo libre, es hora de ordenar y clasificar las prioridades para ser sabio en el manejo de tu tiempo. Busca la voluntad del Señor porque te conoce y quiere ayudarte a que logres las metas y propósitos
para los cuales has nacido. No digas “no tengo tiempo” sino más bien organiza tu agenda para estar en paz y crecer en todo sentido!