La crueldad

INTRODUCCIÓN

Cuando pensamos en un hombre cruel, generalmente se nos viene la imagen de un hombre golpeando a otro con sonrisa despiadada, mientras la víctima clama por clemencia sin ningún éxito. Este es solo un lado de la cuestión. Hay otras formas de crueldad más sutiles, las cuales con la ayuda de Dios, vamos a ver en esta clase.

  1. La persona cruel, “pasa de largo”

Nuestra pasividad, nuestra insensibilidad, constituyen sin lugar a dudas una forma cruel de relacionarnos con el prójimo.

La parábola del buen samaritano, en Lucas 10:25-37, ilustra esta verdad.

Veamos:

  1. a) Una necesidad (Lucas 10:30): Un hombre quedó tendido a la orilla del camino gravemente herido, luego de ser asaltado. Lo primero que debemos hacer es aprender a reconocer las necesidades que nos rodean. Las preguntas serían: ¿Estamos lo suficientemente “despiertos” para percibir las necesidades del prójimo? ¿Estamos sensibles para darles el valor que se merecen? La misericordia es precisamente “poner el corazón en la miseria del otro”, en su necesidad. Es intentar sentir lo que el otro siente y no solamente sentir compasión, sino también hacer algo por ello. Es ponerme en su lugar y llorar con los que lloran (Romanos 12:15).

La persona cruel vive ensimismado, no ve más allá de sus necesidades, pues para ella solo las suyas son importantes. ¿Esto no sería egoísmo? Sin dudas que sí, pero ¿quién puede decir que el egoísmo no puede llegar a ser cruel y despiadado?

  1. b) La actitud del “religioso” (Lucas 10:31-32): Un sacerdote y un levita vieron a aquel hombre herido, y a pesar de ser religiosos de la época, pasaron de largo.

¿Puede ocurrir esto en nuestro presente? ¿Podemos salir de la iglesia con la Biblia bajo el brazo, mientras cantamos coritos y al ver a alguien necesitado, seguir nuestro camino?

Usamos aquí el término “religioso” en un sentido despectivo, hablando de aquella actitud de profesar ciertos principios, pero no vivirlos en la vida cotidiana. Es sólo una apariencia de piedad, una fachada. Veamos contrariamente cómo Santiago utiliza esta misma palabra en el Libro de Santiago 1:27, pero en un sentido completamente diferente.

  1. c)   El misericordioso (Lucas 10:33-35): Se detuvo y se acercó al hombre necesitado ¡Gloria a Dios! No dijo: “Con mis problemas, me alcanza y me sobra” sino que ensanchó su corazón, se decidió a dar.

Y no solo eso, sino que también vendó sus heridas. ¿Cuántos hay en nuestros días que necesitan una palabra de amor, de consuelo, porque están heridos y golpeados por la vida, y no encuentran quien se detenga para ayudarle?

Luego, lo puso en su cabalgadura, es decir que usó de su tiempo, se hizo cargo en ayudarle,

aunque ello le ocasionase molestias y esfuerzo. Y lo llevó al mesón y cuidó de él. Y ¿qué mejor lugar para traer a los heridos de hoy, que traerlos a la iglesia? Un lugar seguro para curarles y cuidarles.

Por último, sacó dos denarios y los dio al mesonero. Este era el equivalente a dos días de trabajo. Pero no le importó gastarlos. De igual manera, nuestro dinero también debe ser consagrado a Dios para bendecir.

  1. La persona cruel, no perdona

Encontramos esta verdad en la parábola de los dos deudores. Leamos Mateo 18:23-35. No perdonar a nuestro prójimo es un acto de injusticia delante de Dios, y crueldad. Cuando perdonamos a una persona que nos ha ofendido, más allá que el otro valore la actitud, lo estamos bendiciendo liberándolo de una deuda, y manifestándole nuestro amor. En cambio, cuando no perdonamos, mantenemos una actitud agresiva, donde al otro no lo aceptamos y le brindamos solo resentimientos y exigencias. No le dejamos estar en paz, siempre estamos remarcándole que nos debe algo. ¿No crees que esto sea un acto de crueldad? Sin embargo, alguno dirá: “Pero no sabes lo que me ha hecho, cuán grande es la ofensa”. Para ello ya hemos leído la parábola de los dos deudores. Solo Dios por su naturaleza santa, tiene derecho para cobrarse de nosotros toda la altísima deuda que teníamos para con Él, pero sin embargo nos la ha perdonado toda por medio de Jesucristo ¿No perdonaremos nosotros a nuestro prójimo?

  1. La persona cruel disfruta con el mal de su prójimo

Nuestro Señor Jesús experimentó por sí mismo la crueldad de aquellos hombres que disfrutaban contemplando sus padecimientos.

El alegrarnos cuando otro se equivoca o fracasa en algo, y aún más, el desear que fracase y no alcance sus objetivos, son señales de un corazón cruel, receloso y envidioso. En el libro de Abdías se presenta un cuadro de los problemas entre hermanos a través de los “No debiste”. Veamos como un corazón cruel en acción puede llegar, de manera progresiva, a las más terribles consecuencias. El texto será

Abdías 1:12-14:

  • “No debiste tú haber estado mirado en el día de tu hermano, en el día de su infortunio”. El pecado

aquí tiene que ver con esa curiosidad morbosa, o aún simplemente el ser espectadores insensibles del mal ajeno.

  • “No debiste haberte alegrado de los hijos de Judá en el día que se perdieron”. Un paso más en la crueldad, en este caso hay alegría porque al otro le va mal.
  • “Ni debiste haberte jactado en el día de su angustia”. Habla de un espíritu revanchista, competitivo, que no sólo se alegra porque al otro le va mal, sino que además se jacta de ser mejor que aquel, al cual condena y critica sin piedad.
  • “No debiste haber entrado por la puerta de mi pueblo… ni haber echado mano a sus bienes en el día de su calamidad”. A esta altura se procura ya sacar ventaja concreta del mal ajeno. Puede ser escalar posiciones, robar amistades, robar prestigio, o como en este caso, quitarle sus bienes, o sacarle alguna ventaja económica.
  • “Tampoco debiste haberte parado en las encrucijadas para matar a los que de ellos escapasen”. Es el triste final de esta historia: Homicidio. Se le quita la vida. Se cumple la Palabra en 1Juan 3.15:“Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida”
  1. La persona cruel se hace daño a sí misma Tal como tratamos a nuestro prójimo, nos tratamos a nosotros mismos. Proverbios 11:17 dice: “A su alma hace bien el hombre misericordioso, mas el cruel se atormenta a sí mismo”.

Si no aceptamos el amor y el perdón de Dios, si rechazamos lo que Él dice acerca de nosotros, comenzaremos a atormentarnos a nosotros mismos con culpas, reproches y complejos. Hay quienes se llegan a causar daño físico contra sí mismos, por no recibir la misericordia de Dios. Para el Señor es tan grave que seamos crueles con nosotros mismos, como que lo seamos con nuestro prójimo.

El apóstol Pablo dijo: “Ni aún yo me juzgo a mí mismo… pero el que me juzga es el Señor” (1Co. 4:3-4). A los demás digamos: “¡Todo lo puedo en Cristo que me fortalece!» (Fil. 4:13).

Otras manifestaciones de la crueldad:

  • Insensibilidad frente a la pobreza (Pr 14:21 / 22:9)
  • Insensibilidad para con los enfermos (Marcos 1:41)
  • Crueldad para con los animales (Pr. 12:10).
  • Crueldad con los discapacitados (Lev. 19:14).
  • Crueldad en el maltrato verbal (Pr. 12:18).
  • Crueldad en el maltrato físico (Salmo 22:12-18).

CONCLUSIÓN:

Hemos visto diferentes aspectos de la crueldad. Todos en nuestro viejo hombre llevamos actitudes crueles que quieren manifestarse hoy. Oremos arrepentidos y ¡habrá victoria!