Texto: 2 Corintios 7:1 

Dios es poderoso y tiene muchas promesas para tu vida. Tal como se declara en Gálatas 3:29, somos herederos de esas promesas de bendición, porque gracias a la obra de Jesús, somos sus hijos.

Si en algún momento te sientes desmotivado, si algo pasa y te decaes, recuerda tu herencia.

 ¿Qué actitud debo tener frente a las promesas?

1- Estar plenamente convencidos. En Romanos 4:21-22 habla de que Abraham estaba completamente convencido de que Dios cumpliría su promesa. Esta es la manera de que lo prometido se cumpla, cuando en el corazón hay fe firme y sincera. 

2- Confiar en la Palabra de Dios. Los primeros cristianos eran llamados “los del Libro” porque confiaban plenamente en la Palabra inspirada por Dios. Ésta no falla porque es como una espada que entra hasta lo más profundo del alma y llega donde la palabra del hombre no tiene poder (2 Timoteo 3:16-17). Es una impartición espiritual de parte de Dios a tu vida; es por eso que cuando sales de la iglesia sientes que algo cambió en tu interior, se renuevan las fuerzas y la esperanza, simplemente porque Dios estuvo hablando a tu corazón a través de su Palabra. Y si hoy estás escuchando su mensaje, no lo resistas, no endurezcas tu corazón porque Él te habla siempre para bien porque desea lo mejor para ti (Salmos 95:7-8).

3- Ser pacientes y constantes. Sin paciencia no viene la constancia. Para ver llegar una promesa es necesario descansar en el Señor confiando en que sus promesas se cumplirán, tal como dice en  2 Corintios 7:1. Y si has llegado hasta aquí, ¿piensas bajar los brazos ahora? ¿Te ahogarías cerca de la playa? ¡Claro que no! Estás a punto de llegar a la meta.

Es lógico que en medio de tantas presiones, venga el desaliento al no ver los frutos, inclusive sintiendo que todo va peor que antes, sin embargo cuanto peor se ponga el asunto, es porque algo grande está por desatarse. Cuando Dios está por cumplir una de sus promesas puede ocurrir que algo se levante para distraerte de la meta, pero si no cambias el rumbo, si sigues creyendo y luchando, verás su gloria y poder manifestarse en tu vida muy pronto. 

Es por esto que a las promesas de Dios debemos responderles con un “Sí y Amén!” y prepararnos limpiándonos de todo lo que nos contamina, ya sea en el espíritu o en la carne.

 

¿Limpiándonos de lo que se ve

o de lo que no se ve?

En Lucas 15:11-32 encontramos la parábola del hijo pródigo. Cuenta esta historia que el  hijo menor había malgastado su herencia (recibida por anticipado) y se encontraba alimentándose junto a los cerdos, hasta que un día volvió en sí. Se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Este es un claro ejemplo de lo que significa la conversión, lo que nos pasa a los cristianos cuando entendemos los principios que el mundo no entiende. Nos saciamos con cosas que no se comparan con la comida de nuestro Padre Celestial. Es por eso que para recibir lo prometido, tenemos que ir perfeccionándonos en cuanto a nuestra madurez y al temor de Dios; lo cual es el principio de toda sabiduría.  

Sin embargo, es bueno aclarar que el temor de Dios no significa miedo, sino respeto. ¿Crees que te pasan las cosas porque Dios te está castigando? ¡Nuestro Señor no nos enseña eso en la Biblia! Jesús vino a este mundo a librarte del pecado, no a condenarte (San Juan 3:17). No le tengas miedo a Dios y a su juicio sino demuéstrale tu respeto hacia su  investidura como tu Rey de Reyes y Señor de Señores. Esto es honrar la Biblia, amar la iglesia, adorarlo, evangelizar y hacer su voluntad. Y por causa de ese temor reverente es que vas a ser bendecido tú y tus generaciones.

Tal como en la parábola, nuestro Padre celestial siempre está esperándote con los brazos abiertos.

En la historia, el padre, al llegar su hijo menor a su casa, le puso un anillo, ropas nuevas e hizo fiesta clamando: “Mi hijo había muerto y ha revivido, estaba perdido y ha sido hallado!” Todos estaban felices, menos el hermano mayor. Al ver el revuelo en su casa, se enojó con su padre y le reclamó tantos años de honradez para con él. Pero él, actuando sabiamente, le dijo que todo era suyo y que le daría lo que pidiera.

De esta manera, vemos como los pecados de la carne son los que salen a flor de piel, mientras que los pecados que contaminan el espíritu, son imperceptibles. Por ejemplo el enojo, la ira, las peleas, el hablar mal de otros, etc.. son actitudes que se ven claramente pero la tristeza, la rebeldía, la envidia pueden pasar desapercibidos.

 

El hermano mayor estaba cansado de ser fiel. Quería muchas cosas, pero en lugar de pedirlas, esperaba recibirlas por derecho. Todo hubiera sido más fácil y feliz si en vez de guardar resentimiento, hubiera pedido y clamado por aquello que estaba necesitando.  

 

Limpiémonos de toda la contaminación de la carne (lo expuesto) y del espíritu (lo interno).  No mezclemos lo espiritual con el mundo.

 

Admitir las debilidades es síntoma de madurez

Para lograr la perfección, primero es necesario admitir nuestras debilidades y necesidades. El perfeccionamiento tiene que ver con la madurez, con el cambio para bien. Uno no es perfecto, pero va rumbo a la perfección en Dios. Y cuando uno avanza espiritualmente, también es transparente. Aún Juan el Bautista, del cual Jesús dijo no haber otro como él, antes de morir tuvo dudas en su corazón. Había nacido para preparar el camino al Mesías y lo había logrado, su vida fue recta y justa, sin embargo, en el momento de la prueba, envió a sus discípulos a preguntarle a Jesús si era verdaderamente el Mesías. La duda puede aparecer, es parte del proceso espiritual. Abraham mismo también tuvo sus dudas, pero en cada crisis, se levantó y confió en Dios.

 

El perfeccionamiento no significa ser inmaculado, sino que tenemos que ir cambiando día a día. No se trata de callar, ocultar, querer demostrar que uno es muy espiritual porque puede haber pecados ocultos que si no dejamos que salgan a la luz, no los podremos vencer. Es por eso, que necesitamos admitir y confesar para que toda situación madure. Dile a Dios lo que verdaderamente te está ocurriendo, porque sin duda Él tendrá la salida para cada circunstancia. El Señor tiene preparado lo mejor para ti!

 

Los sabios son aquellos que tienen temor de Dios

Cada día, asimismo debemos ir perfeccionándonos en el temor de Dios. Que cada día tengamos un mayor respeto por Él, dejando que su Palabra se instale en el corazón provocando la convicción de que estás en el camino correcto, que Dios es poderoso, que eres su hijo y que cada cosa que hay en el cielo te pertenece!

 

Limpiar el corazón no es una sugerencia de parte del Señor sino más bien una necesidad. No podemos quedarnos siempre en el mismo lugar, tenemos que ir madurando; dejando el temor de lado porque lo mejor está por venir!Dios es quien está de tu lado (Isaías 41:10).

 

Hay promesas que nos sostienen. Y ese es el andar cristiano, el ir mejorando nuestro temor de Dios, ir limpiando el corazón de los pecados de la carne y del espíritu.

Pero si te estancas, si te apartas, si te vas de la casa, habrá regalos que no podrás recibir, tal como le pasó a Tomás, que no estaba cuando Jesús les impartió la unción. La madurez espiritual nos mantiene firmes y constantes. Nos mantiene en esa dinámica donde no nos tenemos que frenar. Toda pasión espiritual necesita ser alimentada. Si no entregas todo, si no tienes hambre por el Espíritu Santo, si no sueñas, si no tienes nuevas motivaciones, muchas veces el enemigo te distrae y comienzas a perder de vista las promesas de Dios que él quiere hacer reales para que conozcas su amor y poder.

 

La fe también necesita ser perfeccionada. Las pruebas nos van enseñando y los testimonios son para que puedas creer que Dios lo va a hacer contigo también, pero si en lugar de eso te comparas y te enojas porque todavía no recibes lo mismo, entonces estás con una actitud equivocada.

 

No bajes tus brazos, no digas que Dios te ha fallado, no te detengas, no dejes de soñar, no te compares con otros, porque ¿quién sabe si Dios para un tiempo como éste te ha llamado y estás a punto de tener todo? Es tiempo de levantarte! Debes reanimar tu gozo! Estás en la casa, debajo de la cobertura del Padre y todo lo que tiene es para ti!

 

Y no te preocupes por cómo Dios cumplirá sus promesas, porque es poderoso para sorprenderte! Es tiempo de prepararte y dejar de preocuparte porque pronto serás partícipe de las promesas que han sido dispuestas para tu vida!

 

Preguntas de reflexión:

 

1-¿Cuáles son las promesas que Dios te ha prometido?

2-¿Cuáles son las actitudes que hay que tener frete a una promesa? ¿Lo ves reflejado en tu vida?

3- En la parábola del hijo pródigo, ¿cuáles fueron los pecados del hijo menor? ¿Y cuáles fueron los pecados en el mayor?

4- ¿Cómo tomar las mejores decisiones? ¿Cuál es el principio de la sabiduría?

5- ¿Has bajado los brazos, has dejado de soñar? ¡Es tiempo de creer porque las promesas de Dios están por cumplirse!

 

 

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