¿La carne o el espíritu? (Parte 1)
Texto: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el espíritu, del Espíritu segará vida eterna” Gálatas 6:8
Introducción
Hace muchos años, un hombre recorría los pueblos organizando carreras de perros y levantando apuestas entre los asistentes. Tenía dos perros: uno blanco y el otro negro. En una oportunidad, uno de los asistentes notó que este hombre podía determinar, de antemano, cuál de sus perros ganaría cada evento. Entonces, le preguntó en secreto cómo hacía para ganar todas las apuestas. Él sonrió y le dijo: “Es muy simple, cuando quiero que gane el perro blanco, lo alimento con las mejores comidas y al perro negro no le doy nada, para que se debilite. Y cuando quiero que gane el perro negro, hago a la inversa”
Esta ilustración representa el conflicto que existe en el corazón de cada cristiano entre la carne y el Espíritu. ¿Quién prevalecerá en esta lucha? ¿La carne o el espíritu? ¿La propia voluntad o
la de Dios en tu vida? ¿El pecado o la santidad? Aquello que alimentemos más, prevalecerá hasta el final.
Hoy podemos sembrar en nuestra vida, para que dé fruto la carne, o por el contrario, para que de fruto nuestro espíritu.
Así como relata Jesús la Parábola del Sembrador en Mateo 13:1-9 es necesario oír correctamente la Palabra de Dios, y con buena intención, entender de veras lo que estamos escuchando.
Cuando Jesús hablaba de “Sembrar” (en los escritos en griego, se utilizaba la palabra “speiro”) se refería a lo que el sembrador hacía al esparcir semillas en un terreno preparado para que germinen y produzcan plantas que den frutos.
Esto alude a una acción. No al hecho de esperar el fruto, sino de provocarlo. Es la intención de recoger luego algo determinado. Por ejemplo, si deseo comer tomates, sembraré primero buenas semillas de tomate, para que germinen y den como fruto tomates.
Por tanto, la intención con la que obramos, va a estar directamente relacionada con los frutos que veremos crecer luego, allí donde depositamos las semillas.
La carne
En los escritos griegos, podemos hablar de la carne, cuando hablamos de “sarx”. Esto hace referencia a nuestra antigua naturaleza sin Cristo. A lo que estábamos acostumbrados a hacer cuando no teníamos conciencia de las consecuencias.
Como se describe en Gálatas 5:16-21 “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”
El Señor nos aconseja alejarnos de todo lo que fortalece nuestra carne y por lo tanto, debilita nuestro espíritu. Ya que de las decisiones que tomemos, así será la vida que vivamos.
Por ejemplo, no podemos tener actitudes egoístas y pretender que los demás sean generosos. Así como sembremos en nuestras relaciones, así será también lo que cosecharemos luego.
Cuando obramos de acuerdo al listado mencionado en Gálatas 5:19-21, lo que provocamos, no son bendiciones. Es decir, si buscamos el amor a través de la hechicería, o la fornicación, claramente no encontraremos relaciones profundas y verdaderas. O, si permitimos la ira y la contienda en nuestro matrimonio, los resultados serán el rencor, el odio y la soledad.
Por lo tanto, si deseamos vivir una vida feliz, es necesario que reflexionemos profundamente en cuáles son nuestras actitudes. Tanto para nosotros mismos, como para quienes nos rodean. Lo que estábamos acostumbrados a hacer, ya no tenemos excusa para continuar haciéndolo. Jesús ha roto toda esclavitud en la cruz del Calvario.
Dios nos ha dado ya algo maravilloso llamado “poder, amor y dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Por tanto, es necesario replantearse todo lo que nos afecta y evaluar si en realidad fueron nuestras propias actitudes las que nos llevaron lejos del plan que Dios tenía trazado.
**Actividad**
1) ¿Te animas a responder las siguientes preguntas?
Según la Biblia, ¿qué es la “carne”?
¿Cómo reacciona una persona ante un problema, cuando su carne está fortalecida?
¿Cómo lo hace alguien, que tiene su espíritu fortalecido?
¿Por qué las obras de la carne no producen felicidad?
¿Por qué es necesario ser intencional?
2) En privado, busca una hoja y anota las situaciones en tu vida que te producen dolor. ¿Identificas alguna obra de tu carne en acción?
Conclusión
En la Biblia encontramos muchas comparaciones entre la carne y el espíritu. Cada situación que nos toca vivir, podemos enfocarla desde la perspectiva de la carne (o nuestra vieja naturaleza) o desde el espíritu (lo que Dios ha despertado y está creciendo desde el momento que hemos decidido por Cristo).
Anímate a crecer espiritualmente! Ríndele a Dios lo que te preocupa. Permite que sea el Espíritu Santo quien te ayude en tus debilidades! Dios te ha dado el regalo del amor, el poder y el dominio propio!