La amargura y el resentimiento

dolor
Introducción:

Hoy continuaremos hablamos de la amargura y el resentimiento,son pecados que van de la mano. Éstos son sentimientos sumamente perjudiciales y peligrosos ya que afectan nuestra relación con Dios y lastiman el cuerpo de Cristo, que es la iglesia. Hoy aprenderemos cuáles son las consecuencias de la amargura y cómo librarnos de ella.

Cabe recordar que la amargura y el resentimiento, suelen tener su origen en una herida u ofensa. Algo que probablemente hemos intentado pasar por alto, pero que al no ser sanada, no nos permite ser libres del dolor o el enojo. Cuando no logramos superar esta situación, o no queremos perdonar al ofensor, esa herida “se infecta” con resentimiento y amargura.

Podemos amargarnos aún con Dios al no poder aceptar situaciones que nos tocan vivir. Hay gente que termina amargada “con la vida”, porque no puede aceptar su realidad y se resiente, en vez de confiar en que el Señor aún en medio de lo que vive, o de lo que ha vivido, sigue teniendo pensamientos de bien para ella, y quiere darle paz y alegría a pesar de todo.

III. Consecuencias de la amargura

1. El Espíritu amargo impide que la persona entienda los verdaderos propósitos de Dios en determinada situación:
Es posible que la amargura lleve a conceptos equivocados de Dios Padre. La amargura no puede ver el amor de Dios, sino que ve a Dios como un juez que está tratando de castigarlo.

2. El Espíritu amargo contamina a otros:

“Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:15).

3. El espíritu de amargura hace que la persona pierda perspectiva:

Cuando la amargura echa raíces y se convierte en norma de vida, la persona ve, estima, evalúa, juzga y toma decisiones según su espíritu amargo. Las frases “todo el mundo” y “nadie” pertenecen al léxico de la amargura.

4. El espíritu amargo se disfraza como sabiduría o discernimiento:

Es notable que Santiago emplea la palabra “sabiduría” en el cap. 3:14-15 al hablar de algunas de las actitudes más carnales de la Biblia. La amargura bien puede atraer a muchos seguidores. ¡Quién no desea escuchar un chisme candente acerca de otra persona!

5. El espíritu amargo da lugar al diablo:

El diablo está buscando a quien devorar, tal como afirma 1Pedro 5:8. En Efesios 4:26-27, también se explica este tema. El enojo, que lleva a la amargura, nos acerca más a los planes del enemigo que tiene sobre nuestra vida, que a lo que Dios ha diseñado para cada uno de nosotros.

6. El espíritu amargo puede causar problemas físicos:

Algunas personas terminan sufriendo una gran depresión; otros acaban con úlceras u otras enfermedades.

Resentimiento = “decir de nuevo”. Vez tras vez en su mente se repite la herida como una grabación.

IV. Cómo liberarnos de la amargura

1. Reconocer que lo que estamos sintiendo es pecado, y arrepentirnos de sentirlo.

2. No justificarnos pensando que tenemos “razones” para sentirnos así. No por ello deja de ser pecado.

3. Perdonar en oración al ofensor por todo lo ocurrido.

4. Hablar a solas y con sinceridad con la persona que nos ofendió y abrirle nuestro corazón.

5. Pedirle perdón a la persona si hemos pensado mal de ella, o hablado mal de ella con otros.

6. Si la persona no reconoce su falta, debemos cumplir nosotros nuestra parte CON AMOR, perdonándole o pidiéndole perdón.

V. Algunas preguntas para auto examinarnos

1. ¿Existe una situación en tu vida que aparece frecuentemente en la mente o te despierta durante la noche?

2. ¿Estás maquinando maneras de vengarte si tan sólo tuvieras oportunidad de hacerlo?

3. ¿Recordás hasta los más íntimos detalles de un evento que sucedió hace tiempo?

4. ¿Te sentís ofendido y debido a ello estás tratando de justificar el resentimiento diciendo “yo tengo razón”?

5. ¿Hay expresiones desmedidas en cuanto a incidentes que de otra manera tendrían menor importancia?

6. ¿Te sucede que al leer la Biblia casi inconscientemente aplicás la Escritura a otros en vez de a vos mismo?

ORACIÓN TIPO: “Padre, en este momento, en el nombre de Jesús, yo perdono a ____________________________, por el daño
que me ha causado (mencionarlo concretamente). Perdona también mis pecados. En el nombre de Jesús. Amén”.